19 feb 2013

Tras la Caída de la Noche - Arthur C. Clarke y Gregory Benford

Empecemos con un poco de contexto. Arthur C. Clarke publica la novela corta 'A la Caída de la Noche' en 1948. Posteriormente (1956) la revisa y amplia dando lugar a 'La Ciudad y las Estrellas'. Pues bien, en 1990, Gregory Benford, con la aprobación del autor, escribe una secuela de la novela corta inicial, y ambas, la novela corta de Clarke y la secuela de Benford, se publican conjuntamente bajo el nombre Tras la Caída de la Noche, que es el libro que me ocupa hoy (info via Wikipedia).

Por tanto, tenemos dos textos completamente diferentes organizados en dos partes. La primera es el relato de Clarke, una fantasía muy de la Edad de Oro de la Ciencia Ficción. La acción transcurre en la Tierra dentro de miles de millones de años en el futuro, donde el ocaso de la humanidad, que en el pasado ha conquistado el espacio y ha tenido que replegarse por complicaciones varias, es manifiesto. Solo queda una ciudad en pie: Diaspar; al resto del planeta se lo ha comido el desierto, o al menos eso nos hacen creer al principio. Los habitantes de esta ciudad son inmortales pero han perdido la chispa que se supone identifica la esencia del ser humano: la curiosidad, el ansia de conocer, de conquistar fronteras, etc. Hasta que aparece Alvin, el último niño nacido en dicho entorno, quien resulta ser un alma inquieta que quiere saltarse todas las normas y explorar el resto del planeta. Esto le lleva a descubrir que no son los únicos humanos que aún la habitan y un montón de sorpresas más.

La segunda parte, escrita por Benford, trascurre muchísimos años después del fin del primer relato. No sabría decir cuántos porque se hablan de miles de millones de años con una facilidad pasmosa. Alvin ha conseguido imprimir un poco de nueva energía en la humanidad, que ahora parece haber revivido su afán por los descubrimientos, la exploración y la experimentación. Sin embargo, se verá enfrentada a antiguos monstruos, que habiendo sido creados antes que empezase nuestra narración, retoman protagonismo y vuelven con sed de venganza.

El relato de Clarke ha envejecido regular, pero aún así no está mal del todo. Tiene muy buenas ideas y sobre todo el tono catastrofista y de resignación de la humanidad, que ya se considera prescindible en el universo, le da un toque muy atractivo. Para mi gusto se estropea al enfrentarlo a ese interés insano que tiene el protagonista en recuperar las supuestas características innatas que hicieron posible el progreso del ser humano. De todas formas admito que ese rechazo al antropocentrismo es una característica mia que no tiene por qué invalidar una novela (dicho queda). En cuanto a la continuación a cargo de Benford, para empezar está bastante más actualizada en cuanto a contenidos y lenguaje científico-tecnológico. Desde luego me ha parecido también interesante y original por momentos. El autor americano imagina entidades y seres espaciales multiformes, de escala planetaria y vida propia. Probablemente son producto de aquellos experimentos llevados a cabo por el ser humano antes de que comenzara la acción. Ahora bien, considerada como una unidad, Tras la Caída de la Noche es un verdadero despropósito. Yo ya vengo teniendo mis más y mis menos con el autor británico, pero vamos, que consintiese la publicación de este volumen conjunto no habla muy bien de su juicio. Hay un problema claro de continuidad y coherencia entre una sección y otra, algo que a mi me resulta irritante a más no poder. Muchos factores y sucesos que se narran en la primera parte se ningunean o contradicen posteriormente. La Luna, por ejemplo. Clarke nos dice que el ser humano tuvo que destruirla en el pasado porque se estaba precipitando sobre la Tierra; en la segunda el satélite terrestre no solo no ha desaparecido sino que está cubierta de vegetación tras milenios de terraformación por parte del hombre. Luego están los Lys, los humanos que descubrió Alvin al escapar de Diaspar. Dotados de capacidades psi (telepatía, control mental, etc.), en la primera parte se indica que son mortales, al contrario que los habitantes de Diaspar. Sin embargo, en la segunda, que transcurre eones más tarde, nos topamos con los mismos personajes con que el inmortal Alvin se encontró por primera vez. ¡Uh, uh, uh! ¡Esto es una tomadura de pelo al lector! ¡Un insulto a su inteligencia!

En fin, son solo un par de fallos detectados, no digo más. Ya sabéis con qué os vais a encontrar si os animáis a leerlo. Si no le damos importancia a las incoherencias en la trama, la historia tiene su gracia y desde luego, entretiene. Para consultar otras opiniones, os remito en esta ocasión a los comentarios que los usuarios de La Tercera Fundación hacen en la ficha dedicada a este libro.

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