15 may 2015

Sumisión - Michel Houellebecq

En las elecciones presidenciales francesas de 2022, el pacto entre la Fraternidad Musulmana, un partido islamista de corte moderado, y los partidos de centroizquierda y centroderecha (estos dos últimos perdedores claros de los comicios), consigue imponerse a la extrema derecha representada por el Frente Nacional. Mohammed Ben Abbes, el carismático y conciliador líder de los islamistas, centra sus esfuerzos en educación, pues considera que esta cartera es la que garantiza su ideario expansionista del Islam por Europa a medio plazo. Uno de los cambios que se abordan en este sentido consiste en transformar a la Universidad de París-La Sorbona-III en una institución islámica. El protagonista, François, profesor titular y reputado especialista en Joris-Karl Huysmans, es inmediatamente despedido recibiendo la jubilación anticipada en unas condiciones excelentes (prácticamente el 100% del salario íntegro). Ello se debe a que el nuevo sesgo religioso que distingue al hasta entonces prestigioso centro de enseñanza superior conlleva que sólo empleará a profesores seguidores del Islam. En esta encrucijada, François tendrá que enfrentarse a los cambios que se le vienen encima, no solo debido a la nueva situación política, sino también por cuestiones personales y familiares.

En Sumisión, Michel Houellebecq plantea un posible escenario de cómo sería Francia tras la eventual e hipotética victoria política de los islamistas moderados en una fecha futura pero próxima. Hipotética, sí, pero no improbable en ese horizonte temporal, vistas las tendencias del voto de los ciudadanos franceses en los últimos años. Tras el paréntesis de estilo que supuso El Mapa y el Territorio, el autor retoma las características que le hicieron convertirse en la oveja negra de las letras francesas. El protagonista es un cuarentón egoista y machista, solitario e insoportable, sagaz e irrespetuoso, descarado e inteligente. Plenamente consciente de sus limitaciones como persona, sus propias miserias y debilidades constituirán el talón de Aquiles a través del cual se dejará seducir por las suculentas ventajas que la nueva moral religiosa concede a un individio de alto nivel intelectual, por mucho que él mismo se vea patético. Houellebecq nos enfrenta de esta forma al conformismo más pusilánime del ser humano. Los ciudadanos del hexagone ven cómo se institucionaliza el machismo más rancio: la mujer vuelve someterse al hombre, desaparece el ideario revolucionario (laicidad, defensa de la libertad indiviudal, servicios sociales universales, etc.) y casi de la noche a la mañana la institución familiar pasa a ser el baluarte de la nueva sociedad. Ante esta perspectiva, François como ejemplo arquetípico, se vuelve acomodaticio y en un giro muy propio de nuestra especie, empieza a ver la situación como conveniente a sus intereses. Si este es el trato que se da al ser humano, no sorprenderá que el escritor ridiculice sin límites a instituciones o países enteros, donde la peor parte se la llevan los estados de Oriente Medio con gobiernos teocráticos. Toda esta crítica descarnada va acompañada de imprevisibles y ocurrentes golpes de humor, con lo que la vuelta de Houellebecq a la actualidad literaria ha sido para mí todo un placer. Más reseñas de esta novela en Un libro al día, donde ha gustado, y El síndrome Chéjov, donde no.

4 comentarios:

Francesc Bon dijo...

De momento vamos dos a uno, pero voy a releerlo en muy pocos días, a ver qué le encuentran algunos de malo a esta maravilla.

Kirilov Myshkin dijo...

Si le dieran a escoger (y suponemos que no queda otra) entre relatos o novelas, ¿cuál escogería? Si dijera novelas, ¿qué tanto incide el hecho de que tengan más páginas?

Escotomo dijo...

Ayer lo empecé y de momento, lo poquito que llevo me está gustando...
Por cierto, tomé nota de tu recomendación en un comentario tuyo en ULD sobre Thomas M Disch, del cual no había oído hablar nunca. Mañana me traen los genocidas y campo de concentracion.
Soy así de facilón;)
Saludos.

Cities: Moving dijo...

@Francesc Bon: Siendo completamente justos, resulta un poco complicado creer que Francia, cuna del laicismo y de las libertades individuales, se deje imponer con tanta facilidad una moral represora sobre la mujer: musulmana o no, se ve relegada a un segundísimo plano de la sociedad, tiene que alargar la longitud de sus ropas, etc... Yo que vierto Mbytes de texto cuando una novela se basa en premisas poco creíbles me veo obligado a darle la razón a El síndrome Chéjov en ese aspecto. Sin embargo, sigo pensando que el libro es fantástico porque de nuevo Houellebecq mete el dedo en la llaga en temas actuales que están en el inconsciente colectivo del mundo entero. Y eso, independientemente de la validez de los argumentos de partida, es algo a lo que no nos enfrentamos con demasiada frecuencia y que a mi, me encanta.

@Kirilov Myshkin: Vaya, curiosa pregunta. Yo creo que escogería novelas de menos de 400 páginas. Por cuestiones que no vienen al caso estos últimos días he estado curioseando las novedades de varias editioriales y todo eran novelas negras o históricas de 500 y pico páginas. Y no lo entiendo, no entiendo la necesidad de desplegar una trama tan extensamente, a mi personalmente una novela voluminosa me crea cierto rechazo y no la voy a leer a no ser que tenga muy buenas referencias. Por lo general, las novelas que más me gustan no superan las 400 páginas, grosso modo.

@Pablo G: ¡Momentazo Disch! Si me permites la sugerencia, lee primero Campo de Concentración. Los Genocidas es tan bueno que si lo lees en primer lugar rebajará los méritos del otro. Espero que los disfrutes, bueno a Disch y a Houellebecq.

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